America, Argentina
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LA TEOLOGÍA INDIA

EN LA MATRIZ LATINOAMERICANA

 

Eleazar López Hernández

Centro nacional de ayuda a las misiones indígenas

México, 2009.

 

 Raíces de la Teología India

 La Teología India, que ha hecho su aparición clara y consistente en los últimos 20 años de la Iglesia latinoamericana no surge ex nihilo, es decir, como por arte de magia o por generación espontánea, sino que es continuidad, repensamiento o reelaboración de lo que ya existía aquí en la época precolombina y también de los mejores aportes de la fe cristiana traída por la Iglesia en los primeros 50 años de la evangelización fundante de lo que ahora somos. En consecuencia lo que llamamos Teología india no se ha generado de coyunturas eclesiales recientes, sino que viene de muy antiguo, y no puede considerarse obra de los pastores de la Iglesia, sino que es acción colectiva de bases indígenas, de líderes autóctonos y también de servidoras/servidores eclesiales de la causa indígena.

 Los antecedentes más remotos de la Teología india son las religiones indígenas que marcaron la vida de nuestros pueblos antes de la llegada de la Iglesia hace 500 años, y que sobreviven en la religiosidad popular indígena de nuestro tiempo. Pero no cabe duda que la emergencia actual de la Teología india tiene que ver también con la maduración de las semillas de tolerancia y optimismo misionero puestas en estas tierras por los mejores exponentes de la primera evangelización de América (1524-1574). Esos profetas y visionarios, a contracorriente y en medio de “luces y sombras”, elaboraron, para los pueblos a los que sirvieron, propuestas misioneras y misionológicas de respeto, diálogo y colaboración con la espiritualidad indígena que, aunque fueron acalladas poco tiempo después, se mantuvieron latentes en espera de nuevos momentos favorables. Y esos momentos se están haciendo realidad en los tiempos reciente.

 Después de los primeros 50 años, la etapa misionera terminó y dio paso a la implantación de la Iglesia colonial, con todas sus estructuras y esquemas de administración diocesana y parroquial, que prácticamente abandonó a las poblaciones nativas, por haberse reducido éstas a su mínima expresión a consecuencia de la guerra de conquista, las enfermedades, los trabajos forzados y las encomiendas. Con mayor razón los pueblos indígenas que no fueron entonces enganchados a la sociedad colonial manteniéndose al margen de ella, de hecho no fueron objeto de ninguna acción misionera o pastoral de la Iglesia durante gran parte de los 500 años.

 E hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando de nueva cuenta se da en la Iglesia latinoamericana una preocupación seria por las poblaciones nativas, empujadas ahora a la extinción total por la avanzada de los grandes proyectos del mundo capitalista y neoliberal. Es cuando estos grupos humanos salen de su letargo de siglos y se atreven a caminar por sí mismos en medio de las vicisitudes de la historia cambiando la estrategia de auto-marginación, que busca evitar el contacto destructor con el mundo de fuera, para asumir estrategias de visibilización y de participación crítica en la sociedad envolvente. Es en este último contexto en que surge y se desarrolla la llamada Pastoral indígena, la Teología india y la Iglesia autóctona, que coincide con la lucha indígena por sus derechos colectivos y por la autonomía y autogobierno.

 

Parteros  del resurgimiento de la Teología india

 Muchos ilustres personajes de nuestro tiempo han tomado parte activa en orden a hacer posible este tiempo de kairós para los pueblos indios y para la Iglesia. Resaltan a la vista algunos pastores de renombre como Samuel Ruiz, Leonidas Proaño, Bartolomé Carrasco, Julio Cabrera, José Llaguno, Arturo Lona, Víctor Corral, Edwin Krauter y otros. También algunos teólogos altamente valorados como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Clodomiro Siller, Javier Albó, Margot Bremer. Y desde luego muchas otras figuras, tanto hombres como mujeres de las mismas comunidades autóctonas, que han sido los verdaderos fermentadores de la masa eclesial y de la emergencia indígena actual; sus nombres se guardan en la memoria de las comunidades.

 Pero existen también contribuciones que podrían pasar desapercibidas, ya que no se expresan en grandes y brillantes textos teológicos que se recojan en libros de mucha circulación; sino que llevan a cabo una labor más callada pero fundamental por ser de logística o de articulación de procesos, siendo como los bastidores de los tejidos indígenas que ponen el marco fundamental para luego tejer los bordados multicolores de nuestros pueblos. Esa es, a mi parecer, la obra llevada a cabo por Sergio Torres, hermano mayor en la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo, ASETT, y patriarca del Equipo de teólog@s Amerindia. A él dedico las siguientes reflexiones sobre la Teología india actual, como merecido homenaje a su entrega desinteresada a la causa de los pueblos que conformamos este Continente de la esperanza y del amor.

 

Teología India y Teología de la Liberación

 A pesar de opiniones en sentido contrario, la Teología de la Liberación ha sido ciertamente uno de los mejores aportes de América latina a la Iglesia universal. Su aparición inmediatamente después del Concilio Vaticano II coincide con el despertar de conciencia en este continente respecto a que ha llegado la hora de la liberación de las mayorías empobrecidas, y que los cristianos poseemos una energía espiritual capaz de contribuir a la transformación de las estructuras injustas del Continente a fin de construir, con la fuerza del Evangelio de Cristo, relaciones nuevas de justicia y paz verdaderas. Con la Teología de la Liberación la Iglesia se pone al lado de quienes son los predilectos de Dios, aquellos por quienes vale la pena optar y comprometerse para la construcción del Reino.

 

En la fase inicial de la TL, marcada por la categoría de “pobres“, a los indígenas nos veían incluidos en esas mayorías empobrecidas enfatizando, si se necesitaba, que éramos “los más pobres de entre los pobres” y que, por eso, merecíamos una atención mayor y especial de parte de los pastores de la Iglesia. Pero no fue tan fácil para los luchadores sociales y para los teólogos de esa fase aceptar la importancia de nuestra diferencia cultural y religiosa como forma de una larga lucha de resistencia al modelo social que se impuso; más de uno sospechaba que los indios carecíamos de conciencia de clase por ser un tanto “pequeño burgueses” con ideas bastante románticas, mágicas o atrasadas de la vida y de la lucha social. Varios teólogos de la fase inicial de la Teología de la Liberación no supieron acercarse a los indios y, en consecuencia, no se nutrieron de nuestra sabiduría ancestral, porque la consideraban cosa del pasado o supersticiones de las que debíamos ser liberados.

 Quienes, en la segunda fase de la TL se atrevieron a acercarse a los indios se dieron cuenta de la fuerza liberadora que tienen nuestras culturas milenarias y de las alternativas de futuro que se hallan en la experiencia de vida y de Dios y que alientan a nuestros pueblos en su terca esperanza de “otro mundo posible”. Fueron estos “adelantados“ quienes dieron origen a la tercera etapa de la TL al descubrir que en el “amanecer del indio“, se estaba gestando el nuevo sol de vida para toda la humanidad. Así abrieron las puertas de la teología latinoamericana a la diversidad de los rostros humanos del Continente: indios, negros, mestizos, mujeres, jóvenes. Varias temáticas indígenas como el respeto por la diversidad cultural, el amor a la madre tierra y la búsqueda de la armonía humana, social y cósmica empiezan a ser asumidas ahora por connotados teólogos de la liberación; así mismo la metodología indígena de tomar el agua de nuestras propias fuentes para irrigar la vida de la humanidad en el futuro es ya bastante común en las teologías de América Latina y el Caribe.

 Ciertamente no fue fácil la incorporación de la Teología india en la mesa de los teólogos de la liberación. Tod@s tuvimos que hacer caminos, a veces dolorosos, de superación de prejuicios sociales, sistemas de pensamiento, categorías de análisis y actitudes de relación humana que dificultaban el encuentro de hermanos que simplemente éramos diferentes. Sergio Torres fue uno de los factores de esta incorporación de la diversidad en la teología latinoamericana.

 

Modalidades de la Teología en América Latina

 En los tiempos actuales tres formas diferentes de vivir y expresar la Teología india se están manifestando en la escena latinoamericana y cada una merece nuestra atención de analistas, de pastores, de acompañantes o de actores de ellas:

 1) TI dentro de las iglesias

2) TI dentro de la tradición propia de los pueblos, sin depender de las iglesias

3) TI dentro de los movimientos sociales indígenas, en luchas muy concretas por la autonomía, por la tierra, por el agua, por los servicios necesarios a la comunidad.

  

1)   Teología India dentro de las iglesias

 Tal vez la Teología India más conocida ahora es la que llevamos a cabo miembros indígenas de las iglesias al poner en diálogo la experiencia religiosa ancestral de nuestros pueblos con los aportes recibidos de la fe cristiana. Aquí se ubican los encuentros de Teología India mayense en Chiapas, Yucatán, Guatemala, Honduras y El Salvador; también los encuentros latinoamericanos o continentales de Teología India.

 Siguiendo la tradición de los misioneros profetas del inicio de la evangelización, fue en este contexto en que nos atrevimos a emplear el término “teología”, tan en uso en los ámbitos eclesiales, para poner nombre a nuestra forma especial de relacionarnos con Dios y de entender desde ahí nuestra misión en la tierra y también nuestra participación en la Iglesia. De modo que a la experiencia religiosa, que nuestr@s herman@s de base viven de manera espontánea y sin elucubraciones, le aplicamos la conceptualización usada en la Iglesia, a fin de darnos a entender y lograr la aceptación de nuestro ser y de nuestra palabra, que articulamos desde la trama fundamental que nos da la experiencia de Dios.

 Los impulsores de este camino hemos sido principalmente sacerdotes, pastores, religiosas y laicos indígenas. Pero también se han unido otras personas que no son indígenas: obispos y teólogos que ven con buenos ojos este camino y lo acompañan y respaldan con sus contribuciones de autoridad eclesial o de la academia eclesiástica. También algunas autoridades de la Jerarquía de nuestras iglesias se han unido a este camino: El CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano), y con él se han involucrado incluso miembros de la Curia Romana y hasta los dos últimos Papas. Del lado evangélico, el CLAI (Consejo Latinoamericano de Iglesias) que ha involucrado al Consejo Mundial de Iglesias, CMI.

 Así mismo existen instituciones u organismos de iglesia, que han tomado como su tarea primordial acompañar, servir y hacer más fuerte el proceso de la Teología india: por ejemplo el Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas, CENAMI (México), el Consejo Indigenista Misionero, CIMI (Brasil), el Equipo Nacional de Pastoral aborigen, ENDEPA (Argentina), las Comisiones o Coordinadoras Nacionales de Pastoral indígena, CONAPI (de Guatemala, Paraguay y Panamá) y varias instituciones más que se han unido a la Articulación Ecuménica Latinoamericana de Pastoral Indígena, AELAPI. AELAPI ha sido factor de conciencia, de formación y organización para la acción conjunta de iglesias locales en orden a fortalecer el avance de la Pastoral indígena y de la Teología india en toda América Latina. Y lo ha hecho a través de talleres, encuentros, foros, simposios e intercambios de experiencias.

 Destacan los seis encuentros continentales de Teología india (de 1990 al 2009), que han abierto espacios de diálogo intraeclesial sobre temáticas que afectan la vida de las comunidades indígenas y la participación de éstas en la Iglesia. Con los resultados de este caminar teológico,  poco a poco se han ido superando los recelos y los prejuicios que antes dificultaban la inculturación y apropiación indígena de la Iglesia; se ha pedido perdón por atropellos causados a los pueblos a causa de la agresiva acción eclesial durante los 500 años y se están abriendo cauces a una más plena participación de los indígenas en la Iglesia.

 La máxima expresión de este cambio de actitud eclesial es la canonización que hizo el Papa Juan Pablo II del indio Juan Diego, embajador de la Virgen de Guadalupe. En ella la Iglesia busca reconocer oficialmente no sólo que los indios somos capaces de llegar a los altares, sino que podemos ser cristianos sin dejar de ser indígenas. Juan Diego se presenta así como modelo de vida que enseña a los demás el camino hacia Dios.

  No cabe duda que esta Teología india está ganando un lugar importante dentro de las iglesias. Ahora ya no es algo que se realiza a escondidas, en lo privado o en las cuevas, sino algo que se actúa abiertamente y se puede dialogar sobre él tanto en la Iglesia Católica como en las Iglesias Evangélicas. Ninguna otra teología ha logrado posicionarse dentro de la Iglesia, involucrando a las bases y a autoridades eclesiásticas, en tan poco tiempo. Si seguimos avanzando en este camino ciertamente que vamos a lograr mayores resultados.

 Una crítica que algunos hacen a quienes promovemos esta modalidad de Teología India es que, por querer ser fieles a la Iglesia y a la tradición propia del pueblo, corremos el riesgo de quedar mal con los dos, sin lograr ser lo que antes eran nuestros pueblos, ni llegar a ser lo que la Iglesia quiere que seamos. Podemos quedar “Nepantla”, como decían algunos indígenas nahuas en la primera evangelización,[1] es decir, en medio de dos mundos religiosos sin identificarnos con ninguno de los dos. Los críticos mayores dicen que las iglesias normalmente funcionan como una tela de fibras demasiado fuertes que va a rasgar la tela suave y fina de los pueblos indígenas.

 

2)   Teología India dentro de la tradición propia de los pueblos

 Existen hermanos indígenas que viven la experiencia de Dios según la tradición religiosa de los pueblos y dan razón de ella al modo ancestral, es decir, con mitos y explicaciones que toman de la sabiduría de los mayores. Normalmente no la llaman “Teología”, sino creencia propia, palabra antigua, voz de las abuelas y abuelos o sabiduría de los pueblos. Muchos de ellos tienen temor o desconfianza de los dirigentes de la Iglesia y no quieren que haya intervención eclesiástica sobre su experiencia religiosa. Lo que ellos desean es experimentar a Dios con autonomía religiosa, es decir, sin injerencia de las iglesias.  Ejemplo de esta forma de teología son los Sacerdotes Mayas de Guatemala, los Lonkos de Chile, los Yatiris de los Andes y muchos otros líderes religiosos de otros pueblos, que mantienen las tradiciones anteriores a la llegada de los españoles o que viven la religiosidad popular cristiana al margen del control de la institución eclesiástica, en las mayordomías, peregrinaciones y fiestas patronales de los pueblos.

 Este tipo de teología tiene mucho impacto y fuerza en nuestra gente de base. Y constituye en América latina la expresión mayoritaria de la vida religiosa y cristiana del pueblo. Y, aunque no la llamen Teología India, de hecho lo es en su contenido de fondo.

 Dentro de este movimiento hay algunos que insisten en la necesidad de buscar lo más puro indígena. Y a veces se ponen agresivos con los que quieren incorporar cosas nuevas o hacer cambios en las tradiciones. Ellos quisieran conservar las cosas como en el pasado sin innovaciones o incorporaciones modernas o cristianas que, según ellos, echan a perder lo auténtico indígena. Pero otros, al intentar convergencias con ellos, nos preguntamos ¿qué es lo auténticamente indígena? ¿Sólo el pasado remoto?

 Debemos reconocer que es complicado dialogar con hermanos que están legítimamente temerosos de ser agredidos. Ya que no es fácil buscar fidelidad a la tradición, exigiendo autenticidad e incluso pureza étnica sin caer en el riesgo de quedarnos atrapados en el pasado con una identidad fosilizada. Las culturas indígenas evolucionan interactuando con el entorno y con los nuevos desafíos que se presentan. Por eso lo que las comunidades indígenas incorporaron conscientemente en su tradición cultural o religiosa durante estos 500 años ya forma parte de la identidad de nuestros pueblos y no se puede quitar sin menoscabo de lo que ahora somos. Pero dar a entender esto sin superar antes la desconfianza hacia las instituciones eclesiásticas es prácticamente imposible.

 

3)   Teología India vive dentro de los movimientos sociales indígenas

 En la actualidad el mundo indígena se ha puesto en pie y lucha por su vida, por sus derechos ya no en forma aislada sino conjuntamente con otros pobres del planeta y con otros miembros de la gran familia humana. Quienes impulsan la participación indígena en esos procesos se han dado cuenta que, si sólo entran como un número más de la masa de pobres, se pierden y aportan poco, y terminan siendo manejados al arbitrio de otros. En cambio si recurren a la memoria histórica y a la energía cultural y religiosa de su pueblo, entonces encuentran que la mayor fuerza para luchar es precisamente su diferencia cultural y religiosa. Esto es lo que están ahora explicitando en las luchas conjuntas de la humanidad, con una resonancia casi inmediata en los corazones resecos de los demás, que no encuentran donde asir sus esperanzas. Esto, que los hermanos indígenas llevan a cabo en los foros civiles para dar razón y sentido a la lucha por la vida, es también Teología india que no se desarrolla en el templo y en espacios sagrados, sino en los ámbitos profanos de la economía, de la sociedad y de la política.

 En esta línea hay muchos movimientos indígenas que tienen que ver con la tierra, el agua, el maíz, y que a lo mejor nacieron civilmente sin ideas religiosas, pero en el camino se fueron percatando que su fuerza está en la experiencia de Dios que tienen como pueblos ancestrales. Ahora acuden a esas fuentes y a los mitos, para dar fuerza a su lucha. Van a los mayores y a las sabias y sabios de nuestros pueblos pero no le llaman Teología india, sino pensamiento, sabiduría o cosmovisión indígena.

 Cuando conectan esa sabiduría profunda con la lucha, ésta se hace más fuerte, y la propuesta tiene más impacto en la sociedad. Esto lo vimos muy claro en el movimiento zapatista de Chiapas que, al principio, sólo hablaba con palabras tomadas de fuera como “lucha de clases”. Pero de inmediato retomó la palabra antigua de los pueblos como sueños y utopías movilizadoras de la lucha por tierra, que interpela al conjunto de la Nación mexicana. Lo mismo ha sucedido en los Foros Sociales Mundiales, donde se juntan movimientos de todas partes del planeta; ahí se ha visto que la palabra indígena tiene que ver con la raíz común de la humanidad y que, por eso, puede ayudar a diseñar “otro mundo posible”, donde quepamos tod@s.  

 Por la experiencia reciente, quienes nos hallamos involucrados en la emergencia teológica indígena actual, hemos llegado a la conclusión que es muy importante que las tres modalidades de hacer Teología india se acerquen, se den la mano y unan fuerzas, para impactar más en la sociedad y en las iglesias, a fin de que haya futuro para tod@s. La base común para las tres es la Teología India Fundante o Teología Originaria, es decir, la manera en que nuestros antepasados se hicieron de un rostro y corazón propios, al encuentro y colaboración con Quien es nuestro Creador y Formador, El que nos la Vida, la Pachamama, Quien nos lleva en su regazo de Madre-Padre. Esto que forjó el alma indígena en el pasado nos fue heredado en la trasmisión de nuestra cultura y perdura hasta nuestros días ajustándose e interactuando con los nuevos desafíos y propuestas venidas del exterior. Acudir a esta fuente común, como cueva o matriz de origen, a la que debemos honrar con una fidelidad en lo esencial, es la única manera de superar las diferencias que las circunstancias históricas nos han traído no sólo como problema, sino también como riqueza adquirida.

 Cuando logremos descubrir lo que nos une y podamos discernir sin descalificaciones nuestras diferencias distinguiendo lo que efectivamente es trigo y lo que es cizaña, entonces vamos a lograr que las tres modalidades actuales de hacer Teología India colaboren estrechamente para bien de nuestros pueblos y también de la humanidad.

 

A modo de conclusión

 He tratado de mostrar cómo el nuevo contexto actual de la Teología india es resultado de acciones de búsqueda conjunta como Iglesia para responder satisfactoriamente a las interrogantes planteadas a esta vertiente de la Teología latinoamericana. No ha sido fácil construir puentes de diálogo fructífero entre quienes apoyamos y quienes impugnan la Teología india; pero el hecho de que pastores y teólogos decidimos poner por delante actitudes de respeto y comunión con quien piensa diferente por encima de los recelos y desconfianzas mutuas, está dando sus frutos. Lo que prueba que también para Iglesia, se cumple el dicho popular: “Dialogando se entiende la gente”. Y en eso valoramos mucho la labor de hermanos como Sergio Torres que contribuyen con lo mejor de sí mismos no para amarrar navajas de luchas intraeclesiales sino para unir mentes y corazones y enlazar esfuerzos a fin de hacer posible la vida plena que esperan nuestros pueblos y ofrece nuestro Señor Jesucristo.

Como he dicho en reiteradas ocasiones, tomando prestadas palabra de algunos profetas de nuestros tiempos, como Samuel Ruiz y Leonidas Proaño, ciertamente estamos presenciando, en América latina, la irrupción de los pobres en la historia. Pobres que traen a cuestas ya no sólo todo el peso de su miseria, sino su ilusión por la vida que hay que engendrar para el futuro.

 La irrupción actual de las teologías indias, con su gama amplia de matices, es un llamado de vida para todos pero especialmente para la Iglesia, que encontrará, en la búsqueda indígena de Dios, razones para rejuvenecerse y para seguir luchando por el Reino de Dios, que también nuestros pueblos anhelan profundamente a través de sus mitos y utopías. Las teologías indias de hoy tienen mucho que aportar a la Iglesia y a la humanidad. Y los indios abrimos gustosamente nuestras tilmas para mostrar y ofrendar las flores de nuestros pueblos. Esperamos que los demás miembros de la Iglesia, superando sus miedos y recelos añejos, reciban con el mismo gusto estos aportes. También los pueblos indígenas tenemos mucho que aprender del caminar milenario de la Iglesia. Ojalá que podamos acceder a ese patrimonio de la humanidad mediante un diálogo abierto y respetuoso con quienes son sus celosos guardianes: pastores y teólog@s.

 Hoy podemos rescatar y hacer avanzar las propuestas utópicas de la primera evangelización, impulsando dentro de las sociedades nacionales y de la Iglesia propuestas alternativas que se planteen proféticamente frente a modelos de sociedad contrarios a la vida y la libertad de los hijos de Dios para hacer posible la verdad sinfónica de la humanidad y de Dios.

 


 

[1] Ver Fray Diego Durán Dominico en el siglo XVI, Historia de las Indias de la nueva España e Islas de la Tierra Firme, Editorial Porrua S.A. Mécico 1984, Cap. 3,16.

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