America, Argentina
Categoría padre: Artículos por autor Categoría: Jurgen Moltmann

Cristo para nosotros hoy

Trotta, Madrid 1997 (pp. 13-29)

JESÚS Y EL REINO DE DIOS

I. EL REINO DE DIOS Y JESÚS

Quien se compromete con Jesús se compromete con el reino de Dios. Esto es así indefectiblemente, pues la causa de Jesús fue y es el "reino de Dios". Quien busca a Dios y pregunta por el reino de Dios en el cual "la justicia y la paz se besan" (Sal 85,11), debe mirar hacia Jesús e internarse en las historias que sucedieron en su presencia y que siguen ocurriendo hoy en su Espíritu. Esto es recomendable y evidente, pues: ¿quién es Jesús? Es nada menos que el reino de Dios en persona.

Ambos son inseparables: Jesús y el reino de Dios, el reino de Dios y Jesús. De manera singular, Jesús nos trae el reino de Dios y nos introduce en su amplitud y belleza. Y el reino de Dios hace de Jesús nuestro Cristo, Salvador y Liberador. Por lo tanto, si queremos saber qué es exactamente el misterioso "reino de Dios" hemos de dirigir nuestra mirada a Jesús. Por otro lado, si queremos entender quién es en verdad Jesús, es menester que experimentemos el reino de Dios.

 

II. "REINO DE DIOS": PERSPECTIVAS BÍBLICAS

Cuánto daño hace una traducción si en ella se eligen conceptos que dirigen nuestros pensamientos a algo distinto a lo que en realidad dice el texto. En el griego leemos basileia tou theou. ¿Cómo traducirlo? Si decimos reino de Dios algunos pensarán en el "Imperio Romano", otros en el Reich alemán, pero ciertamente tendrán en mente un "santo reino". El "reino" es indudablemente un espacio definido por una ley y un gobierno común, habitado por ciudadanos y ciudadanas que comparten la vida en él. Si la referencia es a un espacio limitado, puede hablarse entonces del "reino del bien" y del "reino del mal" o de los "dos reinos", el "reino espiritual" y el "reino terrenal". Pero si se asocia el reino con "Dios" no pueden existir dos o más reinos, pues Dios es uno y fuera de él no hay ninguno.

Como alternativa a la expresión "reino de Dios", hace unos cien años se viene imponiendo la traducción señorío de Dios. Suena más dinámico: Dios es el Señor porque tiene señorío y todo aquello sobre lo cual se enseñorea es su reino. Hasta aquí llegamos, pero tampoco esta traducción resuelve el problema, pues hemos sufrido tantas "tomas de poder" a nivel personal, laboral y político que nos hemos vuelto cautelosos en nuestro anhelo por el "señorío de Dios". Deseamos saber al menos de qué manera se enseñorea Dios en comparación con las demás formas de señorío y si todos nosotros, sus obedientes servidores, también tendremos el derecho a la palabra.

Que Dios sea "el Señor" quizá complazca a los varones, pero a las mujeres sensibilizadas este concepto les parece un descaro. Es comprensible que su anhelo por un continuado señor_ío sea mínimo. Asimismo, un número cada vez mayor de hombres rechaza la opción de ser "señores". Quieren ser aceptados como hermanos y amigos.

Si se amplía el concepto del "señorío de Dios" de tal modo que se traduzca como reinado (señorío del Dios_Rey), ya en la catequesis es preciso buscar mucho para encontrar una comparación apropiada, para no caer en los chismes acerca de los reyes y las princesas que leemos en determinados pasquines.

Al abrir el Nuevo Testamento no encontramos en sus páginas una definición del "reino de Dios". Jesús nunca definió explícitamente el _concepto" del reino de Dios. "Lo que significa el concepto [...] es presupuesto por Jesús" _expresa un reciente memorándum eclesiástico alemán_. Esto podría pensarse, pero no es correcto. Jesús no transmitió "concepto" alguno del reino de Dios, ya sea antiguo o nuevo, sino que trajo consigo el mismísimo reino de Dios. Eso representa una gran diferencia: una cosa es definir los conceptos correctos acerca de la vida y otra muy distinta es vivir correctamente. Una cosa es aprender una definición de la felicidad y otra muy distinta es ser feliz. Así, una cosa es "conceptualizar" el reino de Dios y otra muy distinta es experimentarlo, sentirlo, verlo y saborearlo. No es el concepto lo que debe definir la experiencia sino que, por el contrario, la experiencia debe determinar el concepto. Si no fuera así, estaríamos rodeados de tantos conceptos que ya no podríamos tener nuevas experiencias.

Dejemos, entonces, los conceptos acerca de la "causa" de Jesús allí donde los acabamos de colocar y dirijámonos al asunto mismo. Si podía decir que "está entre nosotros", ¿cómo representó Jesús su "causa"? ¿Cómo experimentaron su "causa" aquellos que, regocijados, pudieron decir: "Lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de vida [...]" (1 Jn 1,1)?

Nos ajustaremos al método "ver_juzgar_actuar" y comenzaremos con cuatro perspectivas bíblicas. Acto seguido discutiremos cinco preguntas y respuestas teológicas y por último investigaremos las consecuencias practicas que surgen de la experiencia y de la anticipación del reino de Dios.

Es lo propio de Jesús que hable del reino de Dios en parábolas tomadas del mundo de la naturaleza y de las personas. En ellas podremos percibir el reino de Dios de un modo que supera cualquier mera conceptualización. Nos internaremos en las curaciones de Jesús, pues son milagros del reino de Dios. Observaremos las comidas de Jesús con los "pecadores y publicanos" marginados, pues representan los banqueros del reino de Dios. Por último escucharemos la ley fundamental del reino de Dios: las bienaventuranzas del Sermón del Monte.

Primera perspectiva: el reino de Dios en las parábolas

En el cuarto capítulo del evangelio de Marcos hallamos un grupo de parábolas que han sido tomadas de la relación de los seres humanos la naturaleza: las parábolas del sembrador, de la semilla y del grano de mostaza. Son imágenes de un comienzo, del desarrollo vital de la esperanza. El que "sale a sembrar" desparrama la semilla sobre la tierra porque espera que crezca y lleve fruto. Así es en el reino de Dios: las semillas se siembran en nuestra vida para que crezcan y nos hagan fructificar. Los comienzos son pequeños, pero si son "de Dios", los efectos serán grandes y maravillosos. El reino brota como el grano de mostaza, el "más pequeño de todos", que sin embargo cuando ha crecido produce un árbol tan grande que las aves del cielo anidan en él. La semilla crece automáticamente, por sí sola, día y noche. Su fuerza interior se desarrolla hasta ser hierba, luego espiga, después un campo de trigo abundante. Si se observa no solamente el sentido figurado sino también el sentido original, es posible ver el "reino de Dios" como revitalización de la naturaleza. Por consiguiente, Mc 13,28s compara el reino de Dios con el "verano". La naturaleza misma se torna parábola: así como en la primavera los árboles se enverdecen, asoman las flores y la semilla crece en los campos, de la misma manera el reino de Dios es la primavera definitiva de la creación. La nueva vida se inicia, todas las criaturas se llenan de vida y dan fruto. Llama la atención que las parábolas se tomen de la primavera y del verano, pero no del otoño y del invierno. Del cielo natural del "devenir y morir" se elige únicamente el devenir como parábola del reino de Dios. ¿Por qué? Porque el reino de Dios no es otra cosa que la nueva creación de todas las cosas para la vida eterna.

Las parábolas tomadas de la naturaleza hacen que el reino de Dios apele a todos los sentidos. Huelo una rosa y huelo el reino de Dios. Gusto del pan y del vino y gusto del reino de Dios. Camino por un colorido campo en flor y palpo el reino en el que todo puede crecer y desarrollarse, el reino en el que hay suficiente para todos.

En el capítulo 15 de Lucas tenemos otro grupo de parábolas, que tienen que ver con hallar y perder: la oveja perdida, la dracma perdida, el hijo perdido. Así como el pastor se alegra cuando encuentra la oveja perdida por la cual había dejado las 99 en el desierto, en el ciclo hay más alegría por un solo "pecador que se convierte" (15,7) que por 99 justos. Es agradable que en segundo lugar siga una parábola femenina, la parábola de la mujer que busca y encuentra su moneda de plata. Una vez más leemos: "se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta". A continuación viene la parábola del hijo perdido. Aquí el gozo de] padre es tan grande que dice: "Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado" (15,24). También en los resúmenes del mensaje de de Jesús encontramos repetidas veces las palabras: "El reino de Dios está cerca, convertíos". Pero ¿qué significa la "conversión"?

En el transcurso del desarrollo del idioma la palabra "conversión" o "enmienda" (en alemán Buße) ha cambiado canto su significado que es difícil usarla como traducción del asunto al que se refiere Jesús, pues entendemos por enmienda el sufrir un castigo o el cumplir con ciertos requerimientos que "arreglen" una falta.

Según estas parábolas, ¿en qué consiste la conversión o la enmienda? Una oveja perdida es hallada y quien la ha encontrado se alegra de que su búsqueda no haya sido en vano. La moneda perdida no podía responsabilizarse de haber sido perdida ni de haber sido encontrada; el gozo de hallarla pertenece exclusivamente a la mujer. Por último, el hijo perdido no estuvo solamente "perdido" para luego ser "hallado", sino que incluso estuvo muerto y luego "volvió a la vida". ¿Qué expresa entonces según esta parábola el "reino de Dios" No es otra cosa que el gozo de Dios por haber vuelto a encontrar a sus criaturas perdidas. ¿Y qué es la "enmienda" del pecador? No es otra cosa que "ser hallado" y "volver a casa" desde la alienación, que "volver a la vida" y compartir el gozo de Dios. Experimentamos el reino de Dios cuando ocurre algo semejante en nosotros, cuando florecemos y crecemos como las flores y los árboles en la primavera, cuando volvemos a la vida porque sentimos el infinito amor del que brota todo lo que tiene vida. Cuando experimentamos la vitalidad de Dios en su alegría por nosotros, cuando nuestras energías vitales reviven: entonces el "reino de Dios" deja de ser un señorío ajeno para transformarse en la fuente de la vida. Entonces sentimos el reino de Dios como el amplio espacio en el cual nos podemos desarrollar, pues en él ya no existe el conflicto. Cuando experimentamos el reino de Dios de esta manera volvemos a percibir la plenitud de posibilidades que nos brinda nuestra vida.

Segunda perspectiva: el reino de Dios en las curaciones de enfermos

Según los evangelios, lo primero que la gente experimentó en torno a Jesús fue la fuerza sanativa del Espíritu de Dios. Por eso las personas que se acercan a Jesús en los evangelios no son llamadas "pecadores" como en los escritos paulinos, sino que se manifiestan como enfermos. Emergen de los rincones y de las sombras donde habían sido relegados y buscan estar cerca de Jesús. "Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios" (Mc 1,32ss). Los "demonios" son las fuerzas del desorden y de la destrucción visualizadas en forma personal. Se caracterizan Por su deleite en atormentar. Cuando venga el Mesías _dice la antigua esperanza judía_ estos espíritus atormentadores desaparecerán de la Tierra y los seres humanos podrán volver a vivir saludable y razonablemente. Existieron muchas curaciones milagrosas en la Antigüedad Siguen existiendo en nuestro mundo moderno de la medicina científica. Sin embargo, en el caso de Jesús se ubican en un horizonte especial: pertenecen a la llegada del reino de Dios. Cuando el Dios viviente viene a su creación, las fuerzas del suplicio se ven obligadas a ceder y las atormentadas criaturas pueden sanarse. El reino del Dios viviente expele a los bacilos de la muerte y propaga la germinación de la vida. No trae solamente la salvación en un sentido religioso, sino también la salud experimentada corporalmente. En la curación de los enfermos el reino toma cuerpo. El Espíritu vivifica lo enfermo, lo mortal. Aunque muchos de nosotros hoy no tenemos un acceso personal a estas historias de las curaciones de enfermos realizadas por Jesús, pues no hemos vivido nada que se les compare, podemos entender con su ayuda que la fuerza vital de Dios quiere abrirse paso a nuestros cuerpos; así logramos comprender la dimensión orgánica del reino de Dios.

Cuando Dios viene y renueva el mundo trastornado, no es algo extraño sino que le es propio que los enfermos se curen y que los agentes patógenos de las dolencias desaparezcan. Las curaciones de Jesús son "milagros del reino". En el alba de la nueva creación de todas las cosas ni siquiera son "milagros" sino de lo más natural. Si se pierde la esperanza en el reino de Dios y ya no se mira hacia adelante, estas historias de curaciones parecen cuentos de hadas que pueden ser olvidados. Sin embargo, en el marco de la esperanza en el reino de Dios no pueden ser olvidadas, pues en este contexto se tornan recuerdos de la esperanza.

De igual forma que todas las enfermedades graves son precursoras de la muerte, debemos entender las curaciones de Jesús asimismo como emisarias: son precursoras de la resurrección. Solamente cuando esta vida mortal renazca a la vida eterna se completará lo que Jesús inició al curar a los enfermos. En cada enfermedad grave luchamos contra la muerte. En cada curación experimentamos algo de la resurrección: nos sentimos como "nacidos de nuevo" y nos parece que se nos ha "regalado la vida otra vez". Así será cuando suceda lo que no nos podemos imaginar porque todavía no lo hemos experimentado: la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero.

En la vida de la resurrección venidera se completará el reino de Dios, cuyas semillas plantó Jesús en nuestros oídos por medio de sus palabras y por medio de sus curaciones en nuestros cuerpos. Respecto de la enfermedad el "reino de Dios" significa curación; respecto de la muerte significa resurrección.

Jesús hizo del reino de Dios su causa al curar a los enfermos. Esto es verdad, pero es una verdad a medias. Pues gracias a que los enfermos se le acercaran, experimentó también Jesús qué es el reino de Dios. Él no disponía libremente del poder divino de sanar. En algunas ocasiones ocurrieron las curaciones, en otras no aconteció nada. En su propia ciudad, Nazaret, "no pudo hacer ningún milagro", según comenta Mc 6,5. ¿Bajo qué condiciones tiene efecto la fuerza sanativa de Jesús?

Cuando le trajeron un joven enfermo, Jesús amonestó al padre: "¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!". El padre del joven contestó llorando: "¡Creo, ayúdame tú en lo que me falte!" (Mc 9,23-24). Este poquito de incrédula fe fue suficiente. Jesús "tomó al joven de la mano, le levantó y él se puso en pie". Más expresivas aún son las historias de las mujeres enfermas. Vemos a la "mujer que padecía flujos de sangre" (Mc 5,25ss). Disimuladamente se acerca a Jesús y toca su túnica: "Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me sanaré" --se dice--. Como consecuencia de su impureza corporal hace que Jesús, según los criterios de la época, también se tome "impuro", pero siente que se sana. Jesús nota "al instante la fuerza que había salido de él". La mira y le dice: "Hija mía, tu fe te ha sanado, vete en paz". Experimenta la fuerza sanativa que sale de él sin habérselo propuesto y así, por medio de la fe de los enfermos, se familiariza con ella. Se estira y ajusta a las expectativas de los enfermos y en ese ambiente aprende lo que significa el reino de Dios en la realidad de aquéllos.

Podríamos decir que el "reino de Dios" es lo que ocurre entre Jesús y los enfermos, entre su fuerza y la fe de las personas: ambos elementos deben unirse. Cuando ambos se aúnan hablamos de una experiencia del Espíritu Santo. La presencia del reino de Dios radica en tal experiencia del Espíritu. El futuro de esta experiencia del Espíritu es aquel reino de Dios. Así, experimentamos también nosotros hoy el reino venidero en la presencia delEspíritu Santo, quien nos vivifica.

Tercera perspectiva: el reino de Dios en la convivencia con Jesús

De la misma manera en que Jesús prometió el reino de Dios a los pobres y proporcionó la fuerza de Dios a los enfermos, así también trajo la justicia de Dios a los que carecían de derechos y a los injustos, a los que en la Biblia se denominan "pecadores y publicanos". Jesús demostró esto abiertamente por medio de su convivencia con ellos. "Este acoge a los pecadores y come con ellos" (Lc 15.2), exclamó enojada la buena sociedad. No obstante, en el horizonte del reino que se acerca, al sentarse a la mesa con los injustos. Jesús anticipo el comer y beber de los justos en el reino de Dios.

El "banquete de los justos": ¿con estos injustos? Sí, pues por medio de su misericordia ejerció el derecho divino de la gracia y los "justificó", por decirlo como lo haría más tarde Pablo. Eso ya radica en la palabra "acoger". Quien es excluido y por consiguiente rechazado se ve herido profundamente en su autoestima. Se siente como la "última escoria". Y quien hace suyo este juicio empieza a despreciarse y odiarse. Pero quien en tal situación encuentra a alguien que lo acepta sin reservas y lo afirma porque confía en él, se siente alentado y liberado. Aceptar a los despreciados es la curación social que Jesús trae a los "pecadores y publicanos". Así llega el "reino de Dios" al mundo de los humillados e injuriados y rompe las cadenas espirituales del desprecio por sí mismo.

Pero ciertamente, cuando por un lado hay marginados como estos "pecadores y publicanos", es que por el otro habrán surgido los justos y buenos que determinan qué es justo o injusto y quién es bueno o malo. Así como la posesión de riquezas por parte de algunos hace "pobres" a los pobres, la "posesión de lo bueno" torna "malos" a los malos. Si Jesús "acoge a los pecadores y come con ellos", a ojos de los "buenos" tiene que ser él mismo un pecador o bien un revolucionario que trastorna los valores de su sociedad. Pero al "justificar" a los pecadores salva también a los "buenos" y "justos", pues los libera de ser justos en su propia estimación. Quien acoge a los pecadores también está dispuesto a aceptar a los justos, pero no como justos, sino como pecadores. Es el mismo derecho de la gracia que a unos salva y a otros juzga, para que todos juntos puedan llegar a la paz.

Cuarta perspectiva El reino de los pobres y de los niños

La "ley fundamental" del reino de Dios en este mundo es el sermón del monte de Jesús, cuya cima son las bienaventuranzas de los pobres, pues "de ellos es el reino de los cielos^ Lo que fue llamado la "justificación de los pecadores" por Pablo y los reformadores, es constituido en el caso de Jesús por las bienaventuranzas de los pobres. El evangelio es anunciado "a los pobres" --en primer lugar a los que en el mundo nada son y nada tienen-. El concepto general de los pobres abarca a los hambrientos, a los desocupados, a los esclavizados, a los desanimados y a los que sufren. Es el pueblo oprimido en sí, ojlos en griego, minyung en coreano. Los "pobres" son los que socialmente no son reconocidos como personas, las "fuerzas laborales", la "materia prima"; y los "más pobres de entre los pobres" eran y siguen siendo en la mayoría de los casos mujeres ancianas de las cuales se dice que "ya no sirven para nada".

En el otro extremo de la sociedad no se encuentran simplemente "los ricos", sino los "violentos", que empobrecen a los pobres, se enriquecen a costa de ellos o simplemente los desplazan. Una vez más Jesús, por medio de su mensaje y de su comportamiento, señala el conflicto social de una sociedad violenta que enriquece a los ricos y empobrece a los pobres. Una vez más el evangelio del reino de Dios toma partido en este conflicto. Toma partido por los pobres, para poder también salvar a los ricos y liberarlos de estar pagados de sí mismos.

¿Qué supone a los pobres el evangelio? No les ofrece actos de caridad ni tampoco les trae riquezas. Les supone una nueva dignidad y un fuerte impulso. Los pobres ya no son los sufrientes objetos de la opresión y la humillación, sino sujetos con la dignidad propia de ser los primeros hijos de Dios. Jesús trae a los pobres la certeza de tener una dignidad indestructible a los ojos de Dios. Y con esta conciencia, los pobres, los esclavos y las prostitutas pueden levantarse de la postración y ayudarse a sí mismos. Desechan el sistema de valores de una sociedad que todos los días trata de persuadirles: ¡Sois perdedores! ¡No habéis llevado nada a cabo! ¡No servís para nada! Empiezan a vivir con la cabeza erguida y a caminar derechos. La interiorización del sistema de valores de la sociedad productiva siempre es el obstáculo más dificultoso para la auto-liberación de los pobres, pues engendra el desprecio a sí mismo. La fe supera este odio y endereza a los doblegados. "A vosotros os pertenece el reino de los cielos": No se trata de entretenerlos con vanas promesas para que se queden tranquilos aquí, sino de una autorización a que se levanten y traigan la paz a este mundo violento actuando como hijos del reino de Dios. Jesús no conduce a los pobres al camino del ascenso social para que amontonen riquezas. Los trae al camino de una comunidad en la cual tiene validez la cultura del compartir, tal como lo demuestra la multiplicación de los panes.

Jesús, sus discípulos y sus discípulas anunciaron a los pobres de su época el futuro en el reino de Dios, pues el reino ya les pertenece. "Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mt 5.3). Jesús descubre el reino de Dios entre los pobres. Los pobres le muestran el reino de Dios. Tal es asimismo el caso de los niños, de los cuales afirma que el reino de Dios ya "les pertenece" (Mt 19,14). Descubre en ellos que las personas deben llegar a ser "como niños" para entrar en el reino de Dios. Por eso existe de hecho una invitación muda al reino de Dios que sale de los pobres, llámese "evangelización por medio de los pobres" o "mesianismo de los pobres" o de otro modo. También existe una invitación muy simple y tácita al reino de Dios por medio de los niños.

Aquel de nosotros que reconoce el reino en el mensaje de Jesús, lo redescubre en la comunidad con los pobres, las mujeres y los niños. Para Dios, estos últimos son los primeros, estos débiles los más fuertes. Es bueno saber en quién puede uno apoyarse. El que nos acercó el reino de Dios también nos da acceso a los pobres y a los niños. Ellos son su familia, su pueblo, pues también representan al reino de Dios en este mundo violento.

III. ACLARACIONES TEOLÓGICAS

A continuación, con base en estas ideas bíblicas, intentaremos contestar algunas preguntas teológicas que se plantean reiteradamente en torno al "reino de Dios".

Primera pregunta el reino de Dios, ¿es presente o futuro?

¿Es objeto de la experiencia u objeto de la esperanza? La respuesta no resulta difícil en vista a lo dicho: es el objeto de una experiencia presente en lá comunidad de Jesús. Allí donde los enfermos son curados, los perdidos son hallados, los despreciados son acogidos y los pobres descubren su dignidad, donde los entumecidos cobran vida y la vida vieja y fatigada recobra juventud y fertilidad: allí comienza el reino de Dios. Comienza como una siembra. Sus gérmenes ya están insertos en esta vida, y así puede ser experimentado. Por esto también es objeto de la esperanza, pero de una esperanza firmemente fundada en la experiencia y en la memoria: la semilla quiere crecer, quien fue hallado desea regresa a su hogar, los sanados quieren resucitar de la muerte y los liberados de la violencia desean vivir en la tierra de libertad. Justamente porque el reino de Dios es experimentado actualmente en la comunidad de Jesús, existe la esperanza de su perfeccionamiento futuro. La experiencia y la esperanza se refuerzan recíprocamente.

Segunda pregunta: el reino de Dios, ¿es un reino terrenal o es un reino del más allá?

Aquellos que desean entenderlo como un reino del más allá siempre señalan las palabras de Jesús, "Mi reino no es de ate mundo" (Jn 18,36). Al hacerlo, olvidan que se trata de una afirmación acerca de la procedencia del reino, no acerca de su ubicación. Naturalmente no es "de" este mundo, sino de Dios -de otra manera no podría sanar a este mundo enfermo-. Sin embargo, en y por medio de Jesús está en medio de este mundo, y cuando Jesús dijo esta frase, el reino de Dios en persona estaba de. pie ante el procurador romano Poncio Pilato. Si se trata del reino del Dios creador, entonces abarca toda la creación, los cielos y la tierra, el lado visible y el lado invisible de este mundo, y por ende está tanto en el más allá celestial como en el aquí y ahora terrenal. En el padrenuestro pedimos que el reino venga "así en la tierra como en el cielo", y nos referimos con la expresión "cielo" al aspecto de la creación que ya corresponde enteramente a Dios, mientras que con "tierra" queremos decir el aspecto de la creación que aún está en disputa. En el futuro del reino esperamos un nuevo cielo y una nueva tierra. No habrá, entonces, salvación alguna sin esta tierra. El reino de Dios es tan terrenal como Jesús mismo lo fue; quien mira hacia su final tendrá que decir: el reino de Dios fue plantado con la cruz de Cristo indeleblemente en esta tierra. Con la resurrección del crucificado comienza el nuevo nacimiento de toda la atormentada creación. Por lo tanto rige: " ¡Sed fieles a la tierra!". Pues ella ¡vale la pena!

Tercera pregunta: el reino de Dios, ¿es únicamente asunto de Dios o lo es también de los seres humanos ¿Podemos "no hacer nada" a podemos también nosotros ejecutar obras mesiánícas?

Generalmente, en las declaraciones de las Iglesias se afirma que "el reino de Dios es asunto de Dios", para concluir luego: "los seres humanos no pueden y no deben erigir tal reino" (Declaración de Magdeburg, octubre de 1988). Esta separación amigable entre Dios y los seres humanos es entendible en el contexto de la alternativa moderna propia del mundo occidental entre Dios y la libertad humana, pero anula todo lo que el Nuevo Testamento dice acerca de Jesús. ¿Dónde se ubica Jesús en esta división? ¿Fue Dios? ¿Fue un ser humano? ¿Acaso no fue el Dios-hombre, el Dios hecho hombre? Eso es al menos lo que sostienen todas las confesiones de fe cristianas. Quiere decir, entonces, que la declaración citada al comienzo es falsa; debería decir: El reino de Dios es la causa de Jesús.

En la comunión con Jesús, tal como la hemos descrito, las personas experimentan el reino de Dios con sus sentidos y con sus cuerpos, no de modo provisorio y ambiguo, sino tan claramente como un enfermo que es curado, corno un pecador que es acogido, como un perdido que es hallado. Como causa de Jesús, el reino de Dios realmente puede ser experimentado. Y asimismo es practicable en la realidad por las personas: "Buscad primero el reino de Dios y su justicia .."

En la comunión con Jesús se experimenta el poder de Dios. Por medio de esta experiencia, los seres humanos se tornan "colaboradores del reino de Dios" y hacen las mismas obras mesiánicas que Jesús: "Id proclamando que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios." (Mt 10,7s). Así, en el sentido de Jesús el reino de Dios es también nuestra causa.

"Trabajo del reino de Dios" -así se denominaban con razón en el siglo xix los servicios misioneros y diaconiarales de los cristianos en el mundo. El hogar "Rauhe Haus" de Johann Hinrich Wichern para los niños abandonados en Hamburgo, las fábricas cooperativas organizadas por Gustav Werner en Reutlingen y la idea de Bodelschwingh de los establecimientos diaconiarales para discapacitados en Bethel fueron "trabajo del reino de Dios". Otros ejemplos dignos de nombrar serían el "Movimiento del reino de Dios" de Kagawa en los barrios marginados de Tokio, el movimiento de las comunidades de base en América latina y el movimiento por la paz en Alemania. Por todas partes, el "reino de Dios" nos lleva más allá de las fronteras de la Iglesia.

Con vistas en el ethos de trabajo protestante de la época moderna queda algo importante por añadir: justamente a raíz de este trabajo del reino de Dios existe también el placer del reino de Dios, que se expresa en el descanso sabático y en la celebración de la fiesta de Dios. Según la interpretación judía, un sábado celebrado correctamente es "una sesentava parte" del reino de Dios, y cada fiesta de Dios lograda vale todavía más. "Orar y laborar" están bien, pero "descansar y celebrar" pertenecen igualmente a la perfección.

Cuarta pregunta: el reino de Dios ¿es un mundo diferente o significa que este mundo cambiará?

Algunos se imaginan el reino de Dios como un mundo diferente, que vendrá cuando finalice éste. Algunos se imaginan la vida eterna como otra vida después de la muerte, posterior a esta vida. No obstante, esto lleva al error y al menosprecio por la creación de Dios.

La nueva creación no es una creación distinta, sino la nueva creación de este mundo trastornado. La vida eterna no es otra vida, sino la resurrección de esta vida a la vida de Dios. Pablo subraya: "Es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad" (1 Cor 15,53). Por lo tanto, el reino de Dios significa que este mundo cambiará y que nacerá de nuevo, pasando de la violencia y la injusticia a la justicia y a la paz. Por eso no puede limitarse el reino de Dios a un ámbito religioso, moral o eclesiástico. Como reino del Dios creador es tan universal, tan colorido y múltiple como toda esta rica creación. Aunque ahora experimentemos apenas la siembra y la germinación, el alba, la curación de las enfermedades, no tenemos el derecho de ponerle límites a la nueva creación de todas las cosas ni a separar al reino de Dios de la economía de mercado o de la política mundial. Por todos lados donde la vida es amenazada, el Dios viviente se entromete, pues ama la vida.

Quinta pregunta: el reino de Dios, ¿es una teocracia o es la unión con el Dios viviente?

La traducción "señorío de Dios" (en vez de "reino de Dios") apunta a la "teocracia", pero la "causa de Jesús" enfatiza el renacimiento de todas las criaturas en la comunión con el creador: el reino de Dios es el amplio espacio en el cual ya no hay asedio. No existe la libertad humana sin este espacio libre provisto por Dios. El reino de Dios es el tiempo cumplido, el momento al cual se le puede decir: "Detente, eres tan hermoso" pues de hecho se detiene y no tiene fin. El reino de Dios es Dios que ha llegado a su descanso, que habita en su creación y hace de ella su morada. Todas las criaturas se tornan sus compañeras de casa. El reino de Dios significa que Dios está cerca y totalmente presente, que permite a sus criaturas que participen de sus cualidades, de su gloria y hermosura, de su vivacidad y su bondad, porque Dios al mismo tiempo participa de las cualidades de sus criaturas, de su finitud, de su vulnerabilidad y de su mortalidad. El reino de Dios lo experimentamos ya aquí en el amor, pues "quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" (1 Jn 4,16). Esta también es nuestra esperanza en el futuro: la creación redimida en Dios y Dios, gozándose, en la creación. Llamo a esta interpretación "la concepción cristiana del reino de Dios". Si Cristo es el reino de Dios en persona, ¿qué puede ser entonces el reino de Dios sino la encarnación cósmica de Dios? Sin la comprensión cristiana del reino de Dios que hallamos en Jesús, la concepción teocrática queda vacía de contenidos y expuesta al abuso clerical o político.

IV. "PRIMERO EL REINO DE DIOS ... "

"Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas os serán añadidas" (Mt 6,33). para Jesús, el reino de Dios estaba a la cabeza de su orden del día; en nuestro caso siempre se interponen otras cosas generalmente los propios intereses. Pero, ¿qué significa volver a colocar el reino de Dios en el primer lugar de nuestras vidas?

Quiero recoger la antigua idea de las diversas formas del reino de Dios en este mundo, pero sin asumir el aspecto estático de un orden inmutable, pues nombraré concretamente aquello por lo cual hemos de luchar en el sentido que requiere el reino de Dios en los distintos órdenes de la vida. Se trata de:

1) la humanización de las relaciones y las condiciones humanas;

2) la democratización de la política;

3) la socialización de la economía;

4) la naturalización de la cultura; y

5) la orientación de la Iglesia hacia el reino de Dios.

1. El matrimonio, la familia, la amistad y las relaciones interpersonales son los ámbitos más íntimos para la humanización del ser humano. Puesto que entre el hombre y la mujer, así como entre padres e hijos y entre amigos, cualquier demostración de inhumanidad hiere muy directamente, la tarea consiste en devenir humanos y ser cristianos en el trato con y hacia los demás.

El arte de amar debe ser aprendido. Lo aprendemos en la alegría que sentimos el uno por el otro, al experimentar el perdón y en el milagro siempre tan sorprendente del nuevo comienzo. En aquel "amplio espacio donde no hay acoso", nos aceptamos el uno al otro, crecemos el uno con el otro y nos desarrollamos el uno hacia el otro. Al amor también le pertenece la amistad, que sabe unir la inclinación por el otro con la consideración por su libertad. Es el respeto ante el misterio del otro y ante sus potencialidades. Si el amor se acaba, entonces nos forjamos una imagen fija el uno del otro. Nos juzgamos y nos determinamos mutuamente. Eso es la muerte. El amor, sin embargo, nos libera de tales imágenes y le mantiene al otro el futuro abierto. Tenemos esperanza el uno por el otro, por eso nos esperamos el uno al otro. Eso es la vida. Las relaciones humanas son más que el matrimonio y la familia: son el fundamento de toda sociedad. Esto significa que en nombre de la "causa de Jesús", una sociedad es buena en la medida en que sea bueno el destino de sus miembros más débiles. El derecho de la misericordia no debe limitarse a las organizaciones caritativas y diaconiarales, sino palparse en la ley fundamental de toda sociedad que pretende ser humana. Las leyes sociales y la organización del sistema de salud deben medirse de acuerdo al peso con el que carguen los pobres y al alivio que se les proporcione a los enfermos. Quien quiera reconocer el grado de humanidad de una sociedad, debe visitar también las cárceles. Con los ojos del Cristo crucificado, se ve la sociedad, por así decirlo, "desde abajo".

2. La democratizacíón de la política es el programa que parte de los derechos humanos y civiles y organiza a las instituciones estatales de tal manera que existan para servir a los seres humanos, pero no las personas para el Estado. En la actualidad, el poder estatal y su ejercicio pueden legitimarse universalmente sólo si se basan en la dignidad y en los derechos humanos. Eso no solamente es válido con respecto a la política interna de un Estado, sino que también rige para su política exterior. Los derechos humanos os imponen límites al poder estatal y a su ejercicio, más allá de los cuales pierden su legitimación Por ese motivo, la Declaración Teológica de Barmen afirma en su quinta tesis: "Ella (la Iglesia) nos recuerda el reino de Dios, del mandamiento y de la justicia de Dios y así también de la responsabilidad de los gobernantes y gobernados". El recuerdo del reino de Dios prohíbe en mi opinión a los gobernantes y gobernados "intimidar" a los potenciales enemigos con el aniquilamiento del mundo por medio de las armas atómicas, biológicas y químicas. No obstante, el recuerdo del reino de Dios impone, a su vez, la intervención en los asuntos de otros Estados si en ellos se abusa de los derechos humanos.

 

3. La socialización de la economía no significa la expropiación y la estatización, sino la justa distribución de las posibilidades de trabajo y de las ganancias entre todos los interesados, es decir, entre hombres y mujeres, así como entre las generaciones actuales y las venideras. Existe un contrato social elaborado en cada sociedad. Pero también existe un contrato generacional no elaborado. Hoy, según creo, se trata de:

a) distribuir justamente las posibilidades de trabajo y de vida en vistas al corte transversal de la sociedad y de

b) distribuir justamente las posibilidades de trabajo y de vida en vistas al corte longitudinal de las generaciones presentes y venideras. Puesto que los niños son los eslabones más débiles y que las generaciones venideras no tienen voz ni voto en las decisiones contemporáneas, se verán obligados a pagar los costos de las ganancias actuales. Esto se opone a la justicia del reino de Dios.

4. La naturalización de nuestra cultura: con esto nos referimos a la "reforma ecológica" que hoy se torna urgente y necesaria. Hasta ahora, la cultura se orientaba a someter la naturaleza y producir algo útil para los seres humanos. Si la humanidad ha de sobrevivir, la cultura futura tendrá que integrarse en las condiciones estructurales cósmicas de la tierra y respetar el derecho propio de las otras criaturas Por su valor intrínseco, el medio natural tiene que ser protegido de las intervenciones destructoras de los seres humanos. Suena paradójico, pero es verdad: solamente si los seres humanos dejan de ubicarse en el centro de su cultura la humanidad tendrá la posibilidad de sobrevivir. El ser humano no es la corona de la creación, ni tampoco ha sido creado todo por su causa. Los seres humanos son criaturas en la gran comunidad de la creación, creados para alabar a Dios como también lo fueron los cielos que "cuentan la gloria de Dios".

5. La orientación extrovertida de la Iglesia hacia el reino de Dios debe reemplaza a la orientación moderna, introvertida del reino de Dios hacia la Iglesia. La Iglesia no existe en su propio interés, sino por la "causa de Jesús", es decir, por el reino de Dios. Todos los intereses propios de la Iglesia --protección de su estabilidad, desarrollo de su influencia- deben subordinarse a los intereses del reino de Dios, pues se trata de la Iglesia de Cristo. Si sus intereses se oponen al reino de Dios, la Iglesia pierde toda su justificación existencial y se torna una comunidad religiosa. superflua. La orientación de la Iglesia hacia el reino de Dios hoy significa evangelización y liberación. La misión divina de la Iglesia consiste en anunciar el evangelio del reino de Dios a todos y en primer lugar a los pobres en este mundo, para despertar la fe que aquí nos alienta y que nos da la certeza de la vida eterna allá. La misión divina de la Iglesia consiste asimismo en la libertad para los oprimidos, la dignidad para los humillados y la justicia para los que carecen de derechos. La evangelización y la liberación se complementan del mismo modo que la elevación de las almas doblegadas y la curación de los cuerpos desollados. El mensaje de las comunidades de base y de las comunidades populares de América latina, Asia y África es que ambos son inseparables: el encargo misionero de Cristo y el imperativo revolucionario, la predicación que llama a la conversión y la transformación de las condiciones injustas en la economía y la política, la paz con Dios y la lucha por un mundo pacífico. Donde el reino de Dios se acerca, allí se reúne el pueblo de Dios, quien entonces anuncia el evangelio de¡ reino y conduce al mundo hacia una conversión redentora. La Iglesia es una comunidad evangelizadora y liberadora; si no, ni es Iglesia de Cristo ni Iglesia en sentido alguno.

En resumen, estas consecuencias rezan:

- Primero el reino de Días, luego la Iglesia: A los teólogos y las teólogas, a los pastores y las pastoras, y a todos los que se preocupan y se preguntan: "¿Qué será de la Iglesia?": ¡Olvidad la Iglesia, pensad en el reino de Dios, buscad su justicia, y entonces la Iglesia viviente os será añadida por sí sola!

- Primero el reino de Dios, luego el Estado: A los políticos, a los ciudadanos, y a todos los que se preocupan por la seguridad del Estado y que se atemorizan de su poder. Olvidad al Estado, pensad en el reino de Dios y su justicia y entonces podréis controlar el poder estatal y hacerlo servir a los derechos de todos los seres humanos y a los derechos de la naturaleza.

- Primero el reino de Dios, luego la economía: A los hombres y mujeres de negocios, a los sindicalistas, a los productores, a los consumidores y a todos los que trabajan por el crecimiento del producto bruto interno nacional: ¡Olvidad las ganancias y olvidad el crecimiento, pensad en el reino de Dios y su justicia, en la justicia para el pueblo pobre en los países del tercer mundo y en los marginados en el primer mundo! ¡Pensad en la justicia para las generaciones venideras, para las cuales trabajamos! ¡Pensad en la justicia para la naturaleza, de la cual vivimos! Pensad a largo y no a corto plazo, y entonces llegará por sí solo el "desarrollo duradero".

- Primero el reino de Dios, luego la propia identidad: A todos los que se preocupan por sí mismos y por su propia vida y a los que se sienten inseguros: ¡No os repleguéis, contribuid, intervenid! Solamente quien encuentra el reino de Dios se encuentra a si mismo, y quien verdadera y efectivamente se halla a sí mismo encuentra el reino de Dios, pues el reino de Dios también está adentro, profundamente "en nuestro interior". Participad en el reino de Dios y haced visible hoy una parte del nuevo nacimiento de todas las cosas que Cristo en su día perfeccionará. ¡Vivificaos, pues vuestra Vida viene!

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