America, Argentina
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La cruz de la "Dominus Iesus"

JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ FAUS

El genio de Pascal insinuó hace siglos que muchas veces la falsedad no es propiamente una negación de la verdad, sino una parcialización o exageración de la verdad, o una manera de afirmarla que excluye sus complementos dialécticos. Quizá hay pocas consideraciones más oportunas que ésta para esbozar un breve comentario a la polémica declaración del antiguo "santo oficio" sobre el tema de las religiones no cristianas. En honor del documento hay que resaltar su tono tranquilo y no agresivo, que parece reflejar la seguridad del que se halla en posesión de la verdad, aunque en algún momento convierte su serenidad en una especie de mirada despectiva sobre los "ignorantes" a los que se dirige. Tomadas una por una, yo aceptaría casi todas sus frases (salvo aquella tan desgraciada de que los que están fuera de la Iglesia están en situación "gravemente deficitaria" para salvarse, o la interpretación, a mi modo de ver restrictiva, de la frase del Vaticano II sobre la Iglesia de Cristo que "subsiste" en la Iglesia romana, y que el documento va interpretando de manera que casi termina en una identificación). En este breve comentario me gustaría fijarme más en lo que el documento no dice y, a mi modo de ver, debió decir.

Señalaré tres puntos.

1. La tradición teológica acuñó en sus inicios la frase "ubi Christus ibi ecclesia" (la Iglesia está allí donde se encuentre Cristo), desde la conciencia de que Cristo está presente muchas veces fuera del cristianismo oficial. Esta conciencia llevó a san Agustín, ya en el siglo V, a la conocida fórmula de "la Iglesia que existe desde Abel" ("ecclesia ab Abel"). Al desconocer estos datos tan fundamentales en cualquier reflexión sobre la Iglesia, el documento identifica con demasiada facilidad la Iglesia de Cristo con el catolicismo oficial y, en mi opinión, adolece de un cierto eclesiocentrismo, aunque pretenda desautorizar a quienes levantan ese tipo de acusaciones. El eclesiocentrismo aparece a veces en la historia de la teología como expresión (creo yo) de un miedo de la Iglesia cuando cree perder poder: por ejemplo, en los siglos XVI y XVII, cuando la ruptura de Lutero y el descubrimiento de América dejaron reducida a ser "una partecita del mundo" a aquella iglesia que antes se identificaba con la totalidad del orbe. El jansenismo y otros agustinismos de los siglos XVI y XVII fueron de un eclesiocentrismo exacerbado, que a veces era auténtica eclesiolatría (o idolatría eclesiástica). Y el mismo magisterio eclesial condenó sus tesis de que nadie se salva fuera de la Iglesia o de que no hay gracia fuera de la Iglesia, etcétera. Tengo la sensación de que éste ha sido un pontificado del miedo. Por eso no me extraña que esta obsesión o autocentración eclesial se refleje en muchas actuaciones.

2. El teólogo chino Choan Seng Song (se me permitirá que, si la Iglesia es de veras católica, llame a este debate a gentes no occidentales) ha expresado con frecuencia su temor de que el miedo al relativismo lleve a los cristianos a absolutizar cosas que son relativas (por ejemplo, un determinado modo de entender la revelación de Dios). "Temo que seamos demasiado inclinados a crear una imagen de Jesús que conviene a nuestros intereses y en la que quizás el propio Jesús no se reconocería." Para Choan, la verdad bíblica es siempre una verdad abierta: no porque sea vaga o indefinida, sino porque, en la Biblia, la verdad siempre aparece acompañada de la Gracia: desde la plegaria del salmista ("la Gracia y la verdad se encuentran") hasta la figura de Jesús que el evangelista presenta como "lleno de Gracia y Verdad". En este sentido, la verdad bíblica es muy diferente de la verdad griega, que pretende ser una apropiación, posesión y domino de lo real, y que ha convertido a Occidente en una de las civilizaciones más avanzadas técnicamente pero también más imperialistas del planeta. Temo que el documento maneje una noción de verdad más griega que bíblica ("el amor de Dios manifestado en Jesucristo": Rom 8,32).

3. Finalmente, otro teólogo oriental (el japonés Kosuke Koyama) que, a raíz de la experiencia de la bomba atómica, criticó duramente la idolatría de su propia cultura nipona, recuerda luego cómo la única universalidad posible en este mundo es la universalidad de la cruz, y ve ahí la gran fuerza del cristianismo. En el documento de Ratzinger sorprende la práctica ausencia de mención de la cruz, pese a que san Pablo afirmaba que es lo decisivo del cristianismo, y los evangelios pongan en labios de Jesús la frase "cuando sea levantado, atraeré todas las cosas hacia Mí". Este dato permite escribir a Koyama que en la cruz de Jesucristo "no hay lugar para ningún complejo cristiano de superioridad respecto a los adeptos de otras creencias. Si los cristianos comprenden que el nombre de Jesucristo implica la unidad de la santidad y del ser-destrozado", ya no tendrán afán de ser enseñantes, sino testigos (¡"mártires"!). Y "podrán criticar a los adeptos de otras religiones porque antes se han criticado a sí mismos". Todo esto lleva a nuestro autor a distinguir entre una "mentalidad de cruz" y una "mentalidad de cruzada" ("crucified mind" y "crusading mind").

Es de temer que en el documento que comentamos haya más de lo segundo que de lo primero. Estas consideraciones que quisiera presentar sin ninguna clase de hostilidad llevan a otra reflexión más formal, que ya no cabe aquí, y que afecta al modo de confeccionar muchos documentos del magisterio eclesiástico: si se elaboran por el procedimiento lento y comunitario del diálogo (que es el camino natural de escucha del Espíritu y de acceso la verdad), o por el procedimiento -menos evangélico sin duda- de imposición de la propia particularidad. También valen para la Iglesia los versos machadianos que distinguían entre "tu" verdad y "la" verdad, con la conclusión que de ahí sacaba el maestro: vamos juntos a buscarla.

Pero todo esto, que es infinitamente más complejo, debe quedar para otro día.

JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ FAUS,

responsable académico del centro Cristianisme i Justicia

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